Al verte el viernes, vertiste el fuego que desata el ansia de colonizarte Alejandría, como abogas por la sensatez eludir
la propuesta lastre de un cautivo por ostentar la pasión al desnudar el alma, ansió lustrarme con tus caderas al
embellecedor volcán que aguarda tu ser, me aguardaras al despertar el deseo de mis ansias.
Amo y señor de tus pecados, célebre embaucador, rehén de padecer la trama espiritual de una Alejandría, por exaltar al
delito penitente, un conquistador desesperado.
Diluir la veracidad en colapsar nuestros labios al destilar el zumo que emerge al entrelazar dos leguas alborotadas
impregnadas de deseos mientras nos perdimos al respirar cianuro, así son ambos maniáticos trascendiendo el pudor en el
estallido de dos amores.